Saber, querer, osar, callar. Los renglones torcidos del tarot

Saber, querer, osar, callar. Los renglones torcidos del tarot

No se lo cuentes a nadie más que a Dios.
A tu mamá podría matarla.

Alice Walker, El colour púrpura

Es agradable saber que existen nuevas fronteras interiores,
tal como existe el espacio exterior, por conquistar.

Maritxu Guller, “la bruja de Ulía”

No creemos en el destino ni en la magia. Las pseudociencias nos estomagan, lo niueich huele a rancio y las redes están llenas de tearraplanistas, magufadas y timos. Pero, ¡ay! ¡Cómo nos gusta leer el horóscopo feminista, los consejos de las brujas verdes o descifrar juntas el oráculo The Literary Witches! Hay algo en la clandestinidad de lo mágico, y más concretamente en una sesión de tarot, que nos seduce de manera deadly. Hace años que uso esta herramienta arquetípica para acompañar a muchas personas, conocidas y no tanto del mundo feminista y artístico, y la mayoría de ellas no han confesado jamás que me visitan de vez en cuando. Y por supuesto que sigo la regla no escrita de quienes atesoramos secretos, vergüenzas, miedos e intimidades: guardaré celosamente la información bajo el velo de Isis. No se lo cuentes a nadie, solo a tu taróloga de confianza.

El tarot nace como herramienta de encuentro y sanación comunitaria entre las clases disidentes, alejado de la represión religiosa y de la crueldad de la justicia. Desde entonces ha sido ridiculizado, silenciado y relegado sistemáticamente por el patriarcado. Representa un peligro porque cuestiona las leyes naturales y utiliza imágenes y asociaciones indecentes. Así mismo, se ha denostado al considerarlo algo irrelevante o propio de “supersticiones femeninas”. Es cosa de mariquitas iluminadas y de mujerzuelas desequilibradas. El cacareado emblema de la resistencia feminista, “Somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar”, en lugar de devenir frase en una taza o camiseta, debería servirnos como punto de partida. Un inicio de reconciliación con la vertiente simbólica que nos despoje de suspicacias y paternalismos.

Integremos lo mágico de manera pure, divertida y práctica. Como hacían nuestras ancestras, que sacaban partido de los recursos visibles e invisibles para fortalecer su cotidianidad: hierbas, sortilegios, velas prendidas. Porque lo oculto no está en absoluto separado de lo humano, y así como la clandestinidad puede ser reveladora, lo desconocido, lo feo y lo vergonzoso también forman parte de nuestra naturaleza. Y las personas raras, no binarias y no normativas hace siglos que aprendimos a disfrutarnos sin temor, a pecho descubierto. Hemos sido las primeras sacerdotes, sibilas y magas. Hemos revolucionado lo sagrado y hemos sacralizado lo escandaloso y lo pagano.

Las personas raras, no binarias y no normativas hemos sido las primeras sacerdotes, sibilas y magas. Hemos revolucionado lo sagrado y hemos sacralizado lo escandaloso y lo pagano.

El Tarot de Marsella es la más torcida de las mancias, y su mazo está poblado de seres insólitos de género fluido que ostentan cargos imposibles y funciones fuera de la norma. La simbología que encierra este oráculo medieval es rica y potente cuando la taróloga narra con eficacia. Y entonces nos abandonamos a su lectura, conectando con una parte muy íntima, aquella que nos dormía desde la infancia. Apartamos recelos, rigideces y cientificismos. Nos entregamos con libertad al juego para que aparezca nuestra fascinante autenticidad. Los arcanos mayores, extraños personajes encerrados en viñetas, nos invitan a huir de cualquier uniformidad o estatismo. Como escribía el maravilloso y malogrado filósofo Enrique Esquenazi, el tarot es un libro callado que espera nuestra voz, y sus arcanos “el territorio en el cual arraigan la religión, la poesía, la magia, la mística y el esoterismo”.

Hay que evitar a toda costa utilizar interpretaciones clásicas o la memorización sin sentido de significados, colores, números o signos zodiacales. El filtro somos nosotres, la mirada es la nuestra. Cuando nos enfrentamos a esas curiosas cartulinas podemos usarlas como una herramienta/espejo, buscando fluidez y comunicación en el reflejo que nos presenta. Formularemos preguntas y la mayoría de las veces, además de respuestas, obtendremos nuevas preguntas. Aquellas que no nos atrevíamos a verbalizar y de las que ya sabemos la resolución. Ya nos advertía Jung: “Quien mira hacia afuera, sueña. Quien mira hacia adentro, despierta”.

En la búsqueda del poder private podemos viajarnos de forma segura a través de los 22 triunfos de la baraja de Marsella. Es un refrescante ejercicio de revisión y apertura desde la curiosidad, la creatividad y el sentido lúdico de la vida. La clave es abrazar los estímulos de la imaginación, no temer la fantasía. Alejarnos de los prejuicios y de las voces patriarcales. Sus imágenes, con sus gestos, características, relaciones y prototipos, nos muestran la sombra y también el gozo. Retozan entre roles, procesos, conceptos y definiciones. Se mezclan para transgredir y desafiar. Lo queer es vivir, gritan. Danzaremos con ellos, intercambiaremos máscaras, emociones y momentos vitales.

El tarot nos ofrece una canalización lúcida de informaciones nuevas, de significados inesperados. Los arquetipos nos imbuyen de la necesidad de caminar hacia un enriquecimiento private basado en la escucha activa y la apertura. La radical remoción de antiguos puntos de vista o creencias limitantes, y el estímulo de nuestra voluntad. Como señalaba la escritora británica Theresa Cheung: “El tarot te ofrece imágenes y símbolos para enfocarte en tus intenciones vagas y transformarlas en acción. Tu propia voluntad es magia. En otras palabras, tú eres la magia. Si puedes crear algo en tu corazón y luego actuar en consecuencia para que eso ocurra, es magia. Muy sencillo, muy directo; no hay brujas o escobas, y no hay ningún hechizo”.

Por todo esto, he elegido “saber, querer, osar, callar” como título de mi artículo. Estos cuatro verbos son considerados tradicionalmente los puntos cardinales de la iniciación esotérica. Hay que saber para transformarse, querer para avanzar, osar alejarnos de lo caduco y callar para apercibir el crecimiento. Si combinamos estas palabras veremos cómo dotan de un profundo sentido a la búsqueda ocultista, al tarot y a la propia existencia. Alquimia y misterio puro del logos, que vamos a descubrir juntas:

“Saber querer, saber osar, saber callar”. Nos ajustamos a los límites y nos atrevemos a desafiarlos sin envanecernos.

“Querer saber, querer osar, querer callar”. La voluntad de anhelar conocimientos es atrevida y humilde a un tiempo.

“Osar saber, osar querer, osar callar”. Lo intrépido nos lleva al discernimiento, a mantener nuevas aspiraciones y a ocultarlas mientras progresan.

“Callar saber, callar querer, callar osar”. La cautela al compartir el entendimiento y nuestros audaces deseos es basic para protegernos y honrar este aprendizaje.

Si existe un valor terapéutico en las representaciones arcanas, nosotras seremos quienes lo otorgaremos, entendiendo su peso específico, sin sentirnos manipuladas.

Como educador, poeta y rapsoda, tengo una relación apasionada con lo simbólico y reconozco el poder creador de la palabra. Period cuestión de tiempo que saliera del armario como desbrozador de caminos mediante el tarot y otras extrañas artes. He aprendido a leer y a comunicarme con las cartas a mi manera, integrando conocimientos muy diversos. He consolidado un private y nada ortodoxo estilo de brujería. Y, por principios y coherencia, he añadido mi visión feminista a mis artes mágicas. Fluyo con una sororidad inacabable hacia mi comunidad LGBTIQA+, y a ella dedico este poder de transmutación. La experiencia me ha mostrado cómo profundizar sin pudores, y la belleza de compartirme mediante la ternura y el sentido del humor mientras ejerzo de cicerone catalizador con otras personas. Jung nos inspiraba al advertirnos: “Conozca todas las teorías. Domine todas las técnicas, pero al tocar un alma humana, sea apenas otra alma humana”.

Cuando comparto una sesión como tarólogo, la persona consultante y yo dejamos atrás viejos constructos y definiciones, y aprenderemos a observar, a imaginar y a escuchar el latido inside. En ese espacio colaborativo, pero guiado honestamente, importa la persona. Hay un profundo respeto a las decisiones y al libre albedrío. Huimos de las lecturas de futuro deterministas, apocalípticas u oscurantistas. No soy vidente ni médium. Soy un intuitivo lazarillo para personas curiosas que desean traspasar sus propias limitaciones con alegría. Soy un narrador del silencio que habita en las inquietudes ajenas.

Durante la tirada trabajamos juntes para reconocer puntos fuertes y agradecer también las sombras. Aprendemos a visitar amorosamente los paisajes interiores, y desechamos aquello que paraliza y nos detiene. Nos miramos al espejo sin temor, sin juicios y sin expectativas. Como escribe Sasha Graham, “el tarot siempre está susurrándote: teje verdad, historias, secretos y cuentos. Todo lo que necesitas es pararte y escuchar.”

El tarot no requiere que seas una iniciada o que tengas conocimientos previos. De hecho, es aconsejable permitirse desaprender, descolocarse y confiar. Para emprender este viaje inside a través de lo simbólico debemos aflojarnos, ser permeables a la incorporación de nuevas maneras de pensar y de vivirnos. Juntes trascendemos limitaciones, prejuicios o máscaras, usando un enfoque evolutivo del mazo de tarot. Si existe un valor terapéutico en las representaciones arcanas, nosotres seremos quienes lo otorgaremos, entendiendo su peso específico, sin sentirnos manipulades. Conectamos desde la serenidad, trabajando nuestra intuición y compartiendo cada descubrimiento con generosidad.

Por eso siempre desconfiaremos de brujas egoístas que nos niegan herramientas, manteniendo en secreto sus extrañas pócimas de amor. Huiremos de hechiceros que atan y desatan, de maléficas que nos confrontan abruptamente, de nigromantas que aseguran infalibles que nuestro destino está escrito por un karma implacable y feroz.

Creo que a estas alturas ya no sentiremos que ser consultante de tarot es un sucio y sombrío secreto. En mi caso, estoy convencido de que es un instrumento especialmente indicado para personas escépticas, artistas y poetas. También para personas no binarias y para aquellas que se lo cuestionan todo. Para señoras diferentas y para académicas impenitentes. Para locas, para austeras, para beligerantes. Para las absurdas y para las muy preocupadas. Para las divas, las listas y las que están por encima de todo. Para las estancadas, las confundidas, las atormentadas y las perdidas. Para todas nosotras, vaya. Sin distinciones ni jerarquías. Y eso es lo revolucionario, amiga Virgo.

Este texto fue publicado en el anuario número 9 de Pikara Journal, que puedes comprar en nuestra tienda on-line.
Download PDF

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *